que todo el tiempo han dejado sobre mi cabeza recuerdos. No me canso de escribirlo, porque cada que llueve siento lo mismo: un estado de ánimo de antaño, un recuerdo feliz, tardes lejanas en que corría para no sentir el frío del agua, otras más en las que me apresuraba a mojarme. Lo cambiante de la vida en los recuerdos del agua. Como si allá arriba existiera en realidad el tiempo (el cielo, la magnanimidad del universo y la imagen del todo); como si allá se estuvieran las imágenes, los pensamientos de todos los hombres en todos los tiempos.
Hoy me trajo las lámparas encendidas de la última casa en que vivieron juntos mis padres. Las noches en vela y los libros, mi cuarto con las ventanas enormes. Siempre me gustó mi vida de entonces (yo era el dueño del mundo) , me la pasé soñando muchas veces junto a esa ventana.
La lluvia de esta noche, en esta tierra árida, me trae ideas alegres, como el pensar que ahora estoy metido en uno de mis sueños de entonces, en la orilla de una de las burbujas que construí para mí en esos tiempos. La vida como una casa que para sí mismo uno se construye, para habitarla, para estarse así como ahora: viendo llover, pensando en la propia vida, a ver si las iteraciones del pensamiento (burbuja dentro de otra burbuja) nos permite, usted sabe, predecir el futuro, salirse del cuadro, recrearse.